Familia : Asphodelaceae

Texto © Prof. Pietro Pavone

Traducción en español por la Dra Cristina Valcuende

Originaria de regiones desérticas, Aloe vera probablemente proviene de la Península Arábiga o del noreste de África © Giuseppe Mazza
Aloe vera (L.) Burm.f. es una especie perteneciente a la familia Asphodelaceae, que incluye plantas monocotiledóneas de las regiones cálidas y templadas de Europa, Asia, África y Oceanía.
Según la clasificación APG IV de 2016, la familia Asphodelaceae se divide en tres subfamilias: Asphodeloideae, Hemerocallidoideae y Xanthorrhoeoideae. Aloe vera pertenece a la subfamilia Asphodeloideae, aunque tradicionalmente se incluía en las familias Liliaceae o Aloeaceae. El género Aloe comprende unas 500 especies, número reducido respecto al pasado, ya que los estudios filogenéticos han llevado a segregar varias especies en otros géneros, entre ellos Aloidendron con Aloidendron pillansii, Aloiampelos, Aristaloe, Gonialoe y Kumara.
Aloe vera fue descrita por primera vez en 1753 por Carl Linnaeus (1707–1778) como Aloe perfoliata var. vera L. (Sp. Pl.: 320, 1753), pero pocos años después, en 1768, Nicolaas Laurens Burman (1734–1793), su discípulo, la elevó a rango de especie con el nombre Aloe vera (L.) Burm.f. (Fl. Indica: 83, 1768). Ese mismo año, Philip Miller (1691–1771) le asignó el nombre Aloe barbadensis Mill. (Gard. Dict., ed. 8: n.º 2, 1768), considerado hoy sinónimo del nombre dado por Burman, aunque sigue apareciendo en numerosas citas de carácter medicinal.

Puede alcanzar 1 m con inflorescencias ramificadas. Las hojas suculentas, dispuestas en roseta, pesan hasta 1 kg © Giuseppe Mazza
Aloe vera es originaria de regiones desérticas, probablemente de la península arábiga o del noreste de África. Estudios recientes basados en comparaciones de ADN muestran que Aloe vera está estrechamente emparentada con Aloe perryi Baker (endémica de Yemen), Aloe forbesii Balf.f. (endémica de Socotra) y Aloe inermis Forssk. de la península arábiga. Observaciones de campo indican que es más abundante de forma natural en los uadis de las montañas septentrionales de Omán (Ghazanfar, S.A. –Scripta Botanica Belgica 2: 1–153, 1992).
Vulgarmente se conoce como Aloe de Barbados, Aloe amarga, Aloe de Curazao o Aloe de flores amarillas. En hindi (India) se llama Ghrit Kumari. La etimología del nombre latino se remonta a Plinio, posiblemente derivado del griego ἅλς, ἁλός (háls, halós, mar, sal) o del árabe «aluat» (cosa amarga), por el sabor del látex. El epíteto específico vera procede del latín «verus», que significa genuino o verdadero, en contraposición a otras especies con propiedades medicinales similares pero de menor valor.
Aloe vera es una planta de tallo corto que puede alcanzar entre 60 y 100 cm de altura. Las hojas, de color verde glauco, son persistentes, suculentas, triangulares-acuminadas, canaliculadas y curvadas, de 30–50 (60) cm de largo y hasta 8 (10) cm de ancho en la base. Están dispuestas en una densa roseta terminal y pueden presentar manchas blancas o rosadas en ambas caras; cada una puede pesar más de un kilogramo. El margen es aserrado, con espinas blancas o rosadas.
En sección transversal, la hoja se compone de tres capas principales. La capa externa presenta células con paredes gruesas cubiertas por una cutícula protectora; debajo se encuentran las células con cloroplastos (clorénquima). La capa intermedia contiene los haces vasculares, responsables del transporte de agua (xilema) y azúcares (floema), así como tubos laticíferos que conducen un látex de color amarillo ocre, amargo y rico en aloína, que actúa como defensa contra los animales.
El látex, una vez seco al sol, se denomina “aloes hepático”, de aspecto opaco y quebradizo; si se obtiene por ebullición, recibe el nombre de “aloes lúcido”, casi negro y de textura vítrea y translucida.
La parte interna de la hoja está formada por grandes células parenquimáticas de pared delgada que acumulan un gel mucilaginoso transparente, reserva de agua y energía. Este gel contiene un 99 % de agua y está compuesto por glucomananos, aminoácidos, lípidos y vitaminas.
Las raíces de Aloe vera, como las de otras especies del Aloe, establecen simbiosis con hongos y forman estructuras particulares llamadas arbusculares en el interior de las celulas de la raíz , necesarias para el intercambio de nutrientes. De hecho las ‘micorrizas arbuscolares’ facilitan la absorción de fósforo y otros nutrientes minerales del terreno , mientras la planta proporciona al hongo azúcares derivados de la fotosíntesis.

Las flores de 2-3 cm, agrupadas en racimos péndulos, están formadas por seis tépalos fusionados en una estructura tubular de color amarillo brillante. El ovario es súpero; los estambres y el estigma sobresalen ligeramente al madurar © Giuseppe Mazza
Los tallos floríferos, normalmente ramificados, se elevan hasta 60–90 cm sobre las hojas. Las flores, de 2–3 cm, se agrupan en racimos colgantes y están formadas por seis tépalos soldados en una estructura tubular amarilla brillante. En las variedades cultivadas pueden ser rojizas. El ovario es súpero; los estambres y el estigma sobresalen ligeramente al madurar. Las flores son proterandras (el polen madura antes de que el estigma sea receptivo), lo que impide la autopolinización. Los polinizadores naturales son aves nectarívoras (Nectariniidae) y, en América, colibríes; también pueden intervenir insectos.
La floración ocurre de primavera a otoño, y los frutos maduran tras 60–67 días, generalmente en verano. Son cápsulas ovadas que, al secarse, liberan numerosas semillas.
Aloe vera se reproduce por semillas o por separación de hijuelos en primavera o principios de verano. Puede verse afectada por cochinillas, pero es generalmente resistente a enfermedades. Su número cromosómico es 2n = 2x = 14 (6sm + 6st + 2stsat).
Aloe vera es una planta conocida y utilizada desde hace siglos por sus numerosas propiedades medicinales, que le han valido diversos apelativos.
Las primeras evidencias se encuentran en Egipto, donde en las paredes de un templo, datado en 4300 años antes de Cristo, se hallaron representaciones de esta planta y de su uso. En tablillas de arcilla sumerias del 2100 a.C. se describen sus propiedades laxantes. El papiro de Ebers, un documento egipcio redactado alrededor del 1550 a.C., detalla el empleo de Aloe vera, mencionando doce usos terapéuticos tanto internos como externos. También formaba parte de los bálsamos empleados en la momificación de los faraones, motivo por el cual era llamada “planta sagrada de la inmortalidad”.
La reina Nefertiti (ca. 1370–1330 a.C.) se bañaba en leche de asna con jugo de Aloe vera para realzar la belleza y el tono de su piel. Siglos más tarde, Cleopatra (69–30 a.C.) empleaba el jugo como colirio.
En la Grecia antigua, Aloe vera se usaba como remedio para heridas, quemaduras y afecciones cutáneas. Hipócrates (460–377 a.C.) describió sus efectos antiinflamatorios y regeneradores, así como su capacidad para detener la caída del cabello y aliviar dolores gástricos e intestinales. También aparece citada en la Biblia, por ejemplo en el Evangelio según Juan (19:39), donde Nicodemo emplea una mezcla de mirra y áloe para embalsamar el cuerpo de Jesús.

La polinización la realizan insectos y aves de pico largo, como nectarinas y colibríes, en Estados Unidos, donde se introdujo la especie © Lente de oso
En la antigua Roma, Aloe vera se utilizaba como remedio externo para heridas y quemaduras. Plinio el Viejo (23–79 d.C.), en su «Naturalis Historia», menciona sus propiedades cicatrizantes y el tratamiento de lesiones, trastornos digestivos, estreñimiento y picaduras de insectos.
Dioscórides Pedanio (ca. 40–90 d.C.), médico y farmacéutico de la época de Nerón, la consideraba un remedio universal, según su obra «De Materia Medica», conservada en el manuscrito «Codex Aniciae Julianae» (Dioscórides de Viena), del año 512 d.C.
En China, durante la dinastía Song (960–1279), formaba parte de los tratamientos médicos contra la fiebre, la sinusitis y las afecciones dermatológicas.
En tiempos de Marco Polo (1254–1324), los chinos la consideraban un “remedio de armonía”.
Para los monjes medievales era una “planta milagrosa”.

Los frutos son cápsulas ovaladas verdosas, marrones al madurar, liberan numerosas semillas al abrirse © Mike Ros
Durante la Edad Media, las propiedades curativas de Aloe vera se difundieron ampliamente en Europa (siglos XI–XIII), donde se empleaba para tratar problemas cutáneos, digestivos e inflamatorios.
En el siglo XV, formó parte de las expediciones de Cristóbal Colón, utilizada para curar las heridas de los marineros, lo que permitió su introducción en América.
En el siglo XVII fue difundida por los colonos neerlandeses desde África hacia otros continentes.
A comienzos del siglo XIX ya era usada en Estados Unidos como laxante.
Para los indios seminolas de Florida era una “fuente de juventud” por sus propiedades rejuvenecedoras.
En la actualidad, Aloe vera continúa siendo ampliamente empleada en la medicina tradicional de China, India, el Caribe y Japón.
El primer estudio científico moderno sobre la planta fue realizado en 1851 por los investigadores ingleses Smith y Stenhouse, quienes identificaron su principio activo, la aloína, responsable de sus propiedades medicinales.
Sin embargo, los estudios más detallados comenzaron a principios del siglo XX. En 1935, los médicos estadounidenses Creston Collins y su hijo publicaron en «American Journal of Roentgen» (33:396–397) un estudio sobre el uso de la hoja fresca de Aloe vera en el tratamiento de una dermatitis severa que una joven de 31 años había desarrollado en la frente después de un tratamiento depilatorio con rayos X , los investigadores observaron que tras 24 horas, los síntomas de picor y quemazón se redujeron, y en cinco semanas la paciente mostró una completa regeneración de la piel de la frente y del cuero cabelludo con crecimiento del cabello y recuperación de la sensibilidad.
En 1940, Tom D. Rowe (Universidad de Virginia) y Lloyd M. Parks (Universidad de Wisconsin) realizaron los primeros análisis fitoquímicos.
En 1959, el Ministerio de Salud de Estados Unidos confirmó oficialmente la capacidad regeneradora de los tejidos cutáneos atribuida al gel de Aloe vera.
Desde entonces, se han efectuado numerosos estudios que identificaron más de 200 compuestos bioactivos, entre ellos vitaminas, enzimas, minerales, azúcares, saponinas, ácidos salicílicos, aminoácidos y lignina.

En ambientes áridos la falta de agua y el sol estimula a la planta a producir antocianinas, pigmentos rojos que absorben la luz y reducen el daño de la radiación ultravioleta – Sin derechos reservados – Walter Fertig
Entre las vitaminas presentes en el jugo destacan A (beta-caroteno), B1 (tiamina), B2 (riboflavina), B3 (niacina), B6 (piridoxina), B9 (ácido fólico), B12 (cianocobalamina), C (ácido ascórbico) y E (tocoferol).
Entre las enzimas se encuentran alinasa, fosfatasa alcalina, bradicinasa, carboxipeptidasa, catalasa, celulasa, lipasa y peroxidasa; la bradicinasa, aplicada tópicamente, ayuda a reducir la inflamación.aplicada sobre la piel
Entre los minerales se incluyen cromo, hierro, fósforo, magnesio, manganeso, potasio, cobre, selenio, sodio y zinc, esenciales para las funciones enzimáticas metabólicas. Los azúcares presentes son monosacáridos (glucosa y fructosa) y polisacáridos complejos como el acemanano o manano acetilado; el manosa-6-fosfato es el más importante. Estos mucopolisacáridos, localizados en el tejido mucilaginoso, forman una película protectora en las mucosas gastrointestinales, reduciendo la inflamación en casos de gastritis o colitis.
El mucílago también contiene ácido salicílico con propiedades antiinflamatorias y antibacterianas, lignina y saponinas, que actúan como detergentes y antisépticos.

Apreciada desde la antigüedad por sus propiedades medicinales, Aloe vera se cultiva en muchos lugares donde el clima tropical o templado cálido lo permite © G. Mazza
Los tubos laticíferos producen antraquinonas como aloína A (barbaloína), aloína B (isobarbaloína), aloe-emodina, aloresina A y aloresina B.
Estas sustancias estimulan la motilidad intestinal y actúan como laxantes, aunque su ingesta prolongada puede causar efectos adversos como calambres, diarrea o daño renal y cardíaco; no se recomienda su uso en niños ni durante el embarazo o lactancia.
Las antraquinonas también poseen propiedades analgésicas, antibacterianas y antivirales.
Para uso externo, el jugo se emplea en la elaboración de lociones, geles, jabones y productos cosméticos tópicos.
Entre los ácidos grasos se han identificado cuatro esteroles: colesterol, campesterol, β-sitosterol y lupeol, con acción antiinflamatoria; este último también posee propiedades antisépticas y analgésicas. Las hormonas auxinas y giberelinas favorecen la cicatrización y actúan como antiinflamatorios.

Las hojas exteriores, más grandes, se cosechan a mano de dos a tres veces al año © Giuseppe Mazza
Aloe vera contiene veinte aminoácidos, de los cuales nueve son esenciales (isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano, valina e histidina).
Además de aliviar lesiones cutáneas, ayuda a ralentizar la aparición de arrugas, a reparar células dañadas por el envejecimiento y actúa como desintoxicante, antiséptico, tónico nervioso, inmunoestimulante y antiviral.
En los últimos años, Aloe vera se ha convertido en la especie más utilizada y conocida del género, debido al alto rendimiento y tamaño de sus hojas, y a su facilidad de procesamiento en pulpa para beber o en gel para uso externo.
Sin embargo, el extracto integral no decolorado de hojas, cuando se ingiere, ha sido clasificado por la Office of Environmental Health Hazard Assessment (OEHHA) de California como potencialmente cancerígeno o tóxico para la reproducción.
Asimismo, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) lo incluyó en 2016 en el grupo 2B (posiblemente cancerígeno para humanos).
Desde el 18 de marzo de 2021, la Comisión Europea (Reglamento UE 2021/468) prohibió los complementos alimenticios que contengan derivados de antraquinonas (hidroxiantracenos) por su posible genotoxicidad. No se prohíben todos los productos a base de Aloe, sino solo los que contienen los compuestos de la parte externa de la hoja (aloe-emodina, emodina, aloína A y B).
Aloe vera se cultiva ampliamente para la producción de gel, jugos y hojas frescas.
Los principales centros de cultivo se encuentran en Estados Unidos (Texas), Australia, Cuba, República Dominicana, China, México, India, Jamaica, Kenia, Tanzania, Sudáfrica, España e Italia (Sicilia, Cerdeña y Apulia).
Dada su resistencia natural a plagas, la mayoría de las plantaciones son de cultivo biológico.
Las hojas externas se cosechan manualmente dos o tres veces al año, permitiendo el crecimiento de nuevas hojas.
El procesamiento puede realizarse manual o mecánicamente, y el producto final se comercializa en forma de gel alimentario o cosmético, jugo, ampollas o cápsulas.

Se rompe la punta de la hoja para revelar el abundante líquido que se vende como alimento o gel cosmético, jugo, en viales y cápsulas © Giuseppe Mazza
En la actualidad se desarrollan investigaciones sobre los mecanismos de adaptación de Aloe vera a la sequía, con el fin de seleccionar en el futuro plantas adecuadas para un planeta más cálido debido al cambio climático.
Aloe vera también se cultiva como planta ornamental, ideal para jardines rocosos y jardines con poca agua. Puede cultivarse en maceta, preferiblemente de terracota, con sustrato para cactus u otro sustrato de buena calidad, añadiendo arena fina o grava para mejorar el drenaje. La planta debe colocarse siempre a pleno sol y con buena ventilación. Es sensible al frío, por lo que en invierno, en regiones de clima frío, debe mantenerse en interiores o en un invernadero con calefacción.
Sinónimos
Aloe perfoliata var. vera L.; Aloe barbadensis Mill.; Aloe barbadensis var. chinensis Haw.; Aloe chinensis Loudon; Aloe elongata Murray; Aloe flava Pers.; Aloe indica Royle; Aloe lanzae Tod.; Aloe littoralis J.Koenig ex Baker; Aloe maculata Forssk.; Aloe perfoliata var. barbadensis (Mill.); Aloe rubescens DC.; Aloe variegata Forssk.; Aloe vera var. chinensis (Loudon) Baker; Aloe vera var. lanzae Baker; Aloe vera var. littoralis J.Koenig ex Baker; Aloe vulgaris Lam.
