Cariama cristata

Familia : Cariamidae

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Texto © Dr. Davide Guadagnini

 

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Traducción en español de Lucio Zavala

 

Transferida de una familia a otra, la Cariama cristata es un enigma, evolutivamente hablando © G. Mazza

Transferida de una familia a otra, la Cariama cristata es un enigma, evolutivamente hablando © G. Mazza

La Chuña de patas rojas (Cariama cristata Linnaeus 1766) es un ave peculiar y única en su género.

Es la especie más común de las dos únicas especies de chuña vivientes, perteneciente al orden de los (Cariamiformes) y a la familia de los cariámidos (Cariamidae).

Es la única especie viva perteneciente al género Cariama, especie: Cariama cristata. La especie de chuña restante pertenece al género Chunga: la chuña de patas negras (Chunga burmeisteri).

El término “cariama”, que indica el género, deriva del nombre con que esta ave se conoce en su lugar de origen. El término “cristata”, que indica la especie, proviene del latín “cristatus” = “provisto de cresta” o, hablando de cascos, “adornado con un penacho”, y que se refiere obviamente al característico mechón de plumas presente sobre su cabeza.

La palabra chuña, de origen quichua, se vincula con el término chuñar, difundido en el norte del país (Argentina) que significa “vomitar”: posiblemente esto tenga que ver con el modo de correr de estos animales, haciendo movimientos del cuerpo que recuerdan a los que se hacen al vomitar.

El nombre científico de la familia Cariamidae, por su parte, se relaciona con un par de términos de las lenguas del tronco tupí, «siriema» (pequeño ñandú) o «seriema» (ñandú con cresta), en alusión al aspecto general de estas aves (que recuerdan algo a los ñandúes) y a la cresta de plumas de la chuña de patas rojas. Los primeros españoles que llegaron durante la conquista, en cambio, buscaron un parentesco diferente, con aves de sus tierras, y las llamaron faisanes, acaso por alguna similitud anatómica, como la del pico, y también por lo agradable que les resultaba su carne, “Aves: Fauna argentina”, vol. 4, editado y publicado en 1988 por el Centro Editor de América Latina.

Zoogeografia

La chuña de patas rojas es una especie típica de Sudamérica; su distribución abarca el interior de una amplia faja vertical del continente, que parte de las praderas de Brasil, al sur del río Amazonas, y llega hasta Uruguay y el norte de Argentina. Por el momento la especie no se encuentra amenazada, si bien en Uruguay es bastante rara y las poblaciones argentinas están en disminución debido a la caza y la destrucción de su hábitat natural.

Ecología-Hábitat

Los ambientes preferidos por la chuña son los sitios abiertos: vive preferentemente en las praderas, sabanas, zonas semidesérticas y bosques secos, aunque en las proximidades de cursos de agua. Vive sola o en pareja. A veces se la ve en pequeños grupos de aproximadamente 4 ejemplares, en cuyo caso se trata de grupos familiares. En la naturaleza, la chuña acompaña a menudo al ganado en las pasturas para descubrir insectos más fácilmente. A menudo, estas aves se acercan a los campos cultivados y los jardines, dando la sensación de ser oportunistas. Hoy es frecuente ver a la chuña crestada en el resto del mundo, fuera de su continente de origen, en jardines zoológicos y criaderos privados.

Morfofisiología

Esta ave posee una longitud cercana a los 75-90 cm, y pesa alrededor de 1,5 kg. Posee una forma característica, siendo su conformación la de un “ave corredora”, inmediatamente identificable por su cuello largo, patas largas y cola larga.
La librea es marrón-grisácea, con un fino aspecto similar a la piel de tiburón, más oscura, que determina un rayado ligero, mayormente visible cerca y sobre la cabeza y el cuello. La cabeza, el cuello y el pecho son marrón claro con matices grisáceos.

La Cariama cristata es un ave predadora terrestre única en su género. Prefiere la carrera al vuelo, y cuando el nido se encuentra sobre un árbol, frecuentemente lo alcanza saltando © Giuseppe Mazza

La Cariama cristata es un ave predadora terrestre única en su género. Prefiere la carrera al vuelo, y cuando el nido se encuentra sobre un árbol, frecuentemente lo alcanza saltando © Giuseppe Mazza

El dorso, las alas y la rabadilla son en mayor medida pardo-marrón; el vientre es de tonalidad blanquecino-pana. La cola posee las dos plumas timoneras centrales de color marrón, mientras que las sucesivas llevan una serie de barras anchas. La coloración sucesiva de las barras, partiendo de la parte proximal de las plumas es: pardo-marrón (primera franja), después blanca (esta franja blanca está “ensuciada” con marrón, principalmente en las dos timoneras contiguas a las timoneras marrones centrales y, gradualmente, va volviéndose más blanca a medida que se continúa por el resto de las laterales), negra (tercera franja) y, por último, blanca otra vez (punta de la cola). Sin embargo, la rabadilla es blanquecina. La porción de los vexilos mediales (respecto a los raquis de las plumas primarias y secundarias de las alas) es barrada de blanco y negro; la porción de los vexilos distales, más pequeña, es marrón. Este diseño puede ser visto sólo cuando el ave extiende sus alas, y se torna más evidente en la parte inferior, donde los vexilos tienen del mismo patrón barrado hasta las plumas coberteras.

El pico, más bien robusto y encorvado, es de color rojo-anaranjado intenso. Las patas tienen el mismo color del pico y son claramente largas en relación al cuerpo; están dotadas de tres dedos terminados en uñas puntiagudas, que apoyan en tierra. Un cuarto dedo pequeño se ubica en la parte posterior y no toca el suelo. Los ojos, en los ejemplares adultos, son de color acero-gris hielo. En torno a los ojos se presenta una zona de piel desnuda de color azul claro. A los lados de la cabeza, sobre los ojos, las plumas son más claras y diseñan una suerte de ceja blanca. Sobre la cabeza, cerca de la base dorsal de la ranfoteca superior del pico, surgen plumas de aspecto rígido, suaves y eréctiles, con un barrado oscuro un poco más extenso (respecto al resto del plumaje), sobre todo hacia el ápice de las plumas, que constituyen una suerte de cresta-penacho sobre la cabeza, y que ha determinado el nombre de la especie.

Muchas de las características anatómicas de esta especie son compartidas por la Chuña de patas negras (Chunga burmeisteri) que es la única otra especie viviente comprendida en la misma familia y que se encuentra distribuida en el noroeste de Argentina y en Paraguay. Esta última prefiere áreas más boscosas, y es de menor talla respecto a la más notable y difundida chuña de patas rojas.

Etología-Biología reproductiva

La Cariama cristata es un ave predadora terrestre única en su género; a pesar de ser capaz de volar, caza en tierra persiguiendo a sus presas. Era considerada afín a las aves pertenecientes al orden de los Gruiformes, dentro del cual estaba incluida en el pasado. Su aspecto, por cierto, tan similar a las grullas como a las avutardas y a las rapaces, ha creado no pocos problemas de clasificación. En la actualidad se halla incluida dentro de un orden diferente y más adecuado, los Cariamiformes, junto con tres familias extintas.

Se alimenta de insectos, serpientes, lagartijas, ranas, aves y roedores, integrando su dieta principalmente carnívora, con pequeñas cantidades de alimento de origen vegetal. Cuando captura presas de dimensiones discretas (lagartijas, serpientes), la chuña las levanta con el pico y las golpea contra la tierra o contra superficies duras para matarlas. Las engulle sosteniendo el cuerpo de la presa con las patas (utilizando, sobre todo, la garra larga y extensible del segundo dedo) y arrancando trozos pequeños con el pico. La modalidad de matar a la presa golpeándola contra el suelo es instintiva, y está de tal modo incorporada que dicho comportamiento puede observarse de hecho, a modo demostrativo, usando serpientes y lagartijas de goma con chuñas adiestradas por el hombre.

Los miembros de la pareja/familia a menudo cantan juntos, emitiendo un sonido descripto como la mezcla entre el ladrido de un perro joven y el sonido de un pavo. Mientras cantan doblan el cuello y alzan la cabeza, moviéndola hacia arriba y hacia abajo y manteniendo la boca abierta de forma característica. Por lo general, apenas un miembro de la pareja/familia finaliza su canto, otro comienza prolongando el llamado; otras veces la pareja canta a la par potenciando el llamado.

En tierra alcanza los 25 km por hora. De acuerdo con el registro fósil, desciende de las gigantescas “aves del terror”, debido a sus habilidades predatorias y sus notables dimensiones, hasta tres metros de altura © Giuseppe Mazza

En tierra alcanza los 25 km por hora. De acuerdo con el registro fósil, desciende de las gigantescas “aves del terror”, debido a sus habilidades predatorias y sus notables dimensiones, hasta tres metros de altura © Giuseppe Mazza

Los llamados de la chuña pueden sentirse a kilómetros de distancia; algunas personas lugareñas crían ejemplares de chuña en sus gallineros para aprovechar sus bulliciosos llamados de alerta, en caso de que algún eventual predador se aproxime a las aves de corral. Si se siente amenazada prefiere acometer la huida corriendo (hasta 25 km/h) por largos tramos antes de emprender el vuelo. Esta especie puede anidar tanto en tierra como en arbustos o arbolitos hasta 3 m del suelo; en este último caso prefieren saltar para alcanzar el nido antes que volar.

La chuña construye nidos voluminosos confeccionados con palos gruesos. Generalmente depositan 2 huevos blanquecinos escasamente manchados de marrón-violáceo. La hembra efectúa la mayor parte de la incubación que dura 24-30 días. Al momento del nacimiento, los polluelos se encuentran recubiertos por un plumón de color chocolate en la base, con mechones largos y rayos más claros (marrón-beige) que les confieren un aspecto lanoso a los pequeños.

Los neonatos son semiprecoces y abren los ojos súbitamente; permanecen en el nido cerca de 2 semanas y luego siguen a sus progenitores, con los cuales constituyen un pequeño grupo muy unido. Alcanzan la madurez a los 4-5 meses de edad. Los polluelos nacen con el iris de color marrón, que se torna amarillo y permanece del mismo color hasta la madurez. Los jóvenes, con la talla de los adultos, se distinguen por un barrado más oscuro del plumaje, y por el color de las patas y el pico que serán, respectivamente: primero grisáceos y negruzcos, y sucesivamente de color anaranjado más claro, tornando luego al rojo-anaranjado típico de la edad adulta. Desde el punto de vista ecológico, esta especie ocupa en Sudamérica el mismo nicho ecológico que el serpentario (Sagittarius serpentarius), en África. Se trata de un caso de convergencia evolutiva; las dos especies comparten similitudes anatómicas y comportamentales, aunque pertenecen a diferentes órdenes.

Las aves del terror

Se supone que las chuñas, pertenecientes al mismo orden de los Cariamiformes (pero a diferente familia), son los parientes vivos más próximos al grupo de aves sudamericanas extintas pertenecientes a la familia (Phorusrhacidae) cuyos fósiles se han encontrado en América del Norte y del Sur, y conocidas con el término genérico de “aves del terror”, debido a sus habilidades predatorias y a las notables dimensiones que poseían algunas especies (hasta 3 m de altura). El término “phorusrhacidae” significa portador de arrugas, en referencia a la superficie rugosa de la mandíbula. Las especies más grandes eran cazadoras carnívoras, no voladoras, predadoras dominantes de Sudamérica, en la cima de la pirámide alimenticia durante el Mioceno.

Titanus walleri, una de las especies más grandes, vivía desde Texas hasta la Florida en América del Norte, donde llegaron migrando desde América del Sur. En Patagonia se ha encontrado el fósil de la especie (Kelenken guillermoi) que poseía el cráneo más grande jamás registrado para un ave: la cabeza tenía 71 cm de longitud y el pico solo, con forma de pico curvo de rapaz, era de 46 cm de largo. Sin embargo, la mayor parte de las especies pertenecientes al grupo de las “aves del terror” eran más pequeñas. Se piensa que tales aves fueron hábiles corredoras, ágiles, veloces, capaces de alcanzar una velocidad cercana a los 48 km/h. El modo veloz de correr, a grandes zancadas, manteniendo la cabeza extendida hacia delante y el cuerpo arqueado, unido al modo de permanecer en continuo contacto vocal de la chuña crestada, recuerda ¡al velociraptor de Jurassic Park! Gracias a esta especie, se vuelve particularmente evidente el parentesco que une a las aves modernas con los extintos dinosaurios.

Sinónimos

Microdactylus marcgravii É. Geoffroy Saint-Hilaire, 1809; Palamedea cristata Linnaeus, 1766.