Zoysia: un prado costoso de escasa manutención

Un bonito prado. Indestructible y tan mullido. El prado novedad que no se corta nunca.

 

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Viviana Spedaletti

 

Un prado mullido e indestructible, sobre el cual caminar descalzos sin pincharse; una “moquette viviente” de crecimiento lento, que no teme la sequía y el hielo, soporta la salinidad, el cloro de las piscinas y se corta solamente una vez al año: puede parecer imposible, pero ya es realidad en los jardines colgantes y en los parques de la Costa Azul, donde la falta de lluvias de los últimos dos años y la prohibición de “regar el césped” ha aguzado los ingenios.

En el INRA, la célebre Estación de Botánica y Patología Vegetal de Antibes, la “materia prima” de este milagro esperó desde hace tiempo en un banco: una pequeña gramínea de hojas cortas y delgadas, la Zoysia tenuifolia, originaria del Indopacífico, con una distribución vasta desde las Islas Mascareñas, cerca de Madagascar, a las Islas Salomón y Taiwán, hasta más allá de Japón; una hierba que en estado natural forma matas bajas y compactas, redondeados, parecidos a terrones musgosos, y que cortada se transforma en una resistente alfombra de menudos estolones.

A Elie Bonaut, genial floricultor de Antibes, corresponde el mérito de haberla redescubrimiento, experimentado y difundido en los jardines de la costa francesa, donde hoy su pequeña empresa tiene prácticamente su monopolio.

En el comercio, me explica, no se encuentran semillas de Zoysia, y toda mi producción parte de cuatro esquejes retirados del INRA en 1980, después de que un paisajista africano me pidió esta especie por el borde de una piscina.

Sabía que era resistente y versátil, capaz de crecer ya sea en los trópicos como en los campos de golf de Corea, donde en invierno se rozan los -20 °C, y convencido como estoy de su futuro en un clima mediterráneo, he empezado con la familia a hacer recipientes: 1.000-1.500 en los primeros tiempos, y luego hasta 8.000 al año.

Me muestra un banco con las plantas madre, cubiertas por minúsculas espiguillas en flor y un invernadero colmado de esquejes: delgados segmentos de estolones de 5-6 cm de largo, enterrados en una mezcla de arena y turba.

Los sacamos en invierno, en los períodos muertos, pero a partir de junio arraigan muy bien también al aire libre. Y puesto que no logramos conformar a todos, quién tiene necesidad de grandes cantidades tiene que ingeniarse para multiplicar las matas.

Una plantita plantada en primavera, sobre un terreno bien soleado, emplea casi un año para cubrir un espacio de 30 cm de lado, y por lo tanto para un prado hacen falta unos 10 plantines por m2. Largo y paciente trabajo, recompensado luego, en los años, por los costes de manutención irrisorios.

Para conseguir los mejores resultados y acelerar al máximo la expansión de los estolones, después de haber liberado el terreno de las piedras, conviene cubrirlo con 2-3 cm de arena, y esparcirles un fertilizante de lento proceso. Al principio hace falta regar 1-2 veces por semana y luego basta una rociada cuando sea necesario.

No hay contraindicaciones para el uso de los acostumbrados herbicidas selectivos para espacios verdes, pero generalmente no sirven. Después del primer corte, al año siguiente, el manto de la Zoysia tenuifolia es en efecto tan denso, que las semillas de las malas hierbas, aisladas del suelo, no logran siquiera brotar.

 

GARDENIA – 1991