Ailanthus altissima

Familia : Simaroubaceae

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Texto © Eugenio Zanotti

 


Traducción en español por el Prof. José Campos

 

Ailanthus altissima, ailanto, Simaroubaceae

Ailanthus altissima, originario de China, fue sembrado en Londres en 1751 gracias a un misionero jesuita. Llegó al Jardín Botánico de Padua en 1760, y ahora se ha convertido en una terrible plaga © G. Mazza

El género Ailanthus comprende diez especies de árboles originarios de las zonas tropicales de Asia y Australia.

El nombre genérico deriva de una modificación de las palabras malayas «aylant» o «ayllantol», o «árbol que llega al cielo», como se le llama en las islas Molucas. El específico altissima se refiere a la notable altura alcanzada en ese archipiélago.

El ailanto (Ailanthus altissima (Mill.) Swingle, 1916), también conocido como árbol del paraíso o falso zumaque, es un árbol caducifolio con un tronco recto y esbelto, largamente desnudo cuando es joven, con una copa elegante aparasolada en los ejemplares adultos.

Alcanza una altura media de 10-15 metros, pero puede llegar incluso a los 25-27 m.

La corteza joven es de color beige, finamente pubescente-glandular, con pequeñas lenticelas, que se vuelve de color gris plateado y reticulada con la edad, con grietas longitudinales más claras.

Hojas con disposición alterna, espiral, imparipinnadas, con un raquis de 30-60 cm de largo (hasta 150 cm en los ejemplares jóvenes y vigorosos) y un pecíolo desarrollado que, después de desprenderse, deja evidentes cicatrices en forma de media luna en las ramas, con 13-31 (41) segmentos ovado-lanceolados (2-4 x 5-7 cm), de base asimétrica e irregularmente dentada, con un olor desagradable, fétido, así como la corteza y la madera joven. Es un árbol con foliación muy tardía: desde la tercera semana de mayo hasta la primera semana de junio.

Por lo general, especie dioica con flores blanco-verdosas de 5-7 mm, con 5 pétalos y 10 estambres, en panículas de 10-20 cm; la floración dura de (mayo) junio a julio. La polinización la llevan a cabo los insectos (entomófila), especialmente las abejas que, sin embargo, obtienen de ellas una miel con un sabor desagradable dado por el polen.

El fruto es una sámara de 1 x 3-4 cm, membranosa, con vetas, en forma de estrecho rombo un poco retorcido (helicoidal) con una semilla central ovoide y comprimida, rojiza cuando va madurando, marrón claro cuando está seca. La diseminación la realiza el viento (anemócora), y a menudo ocurre en la primavera porque, en su mayor parte, las sámaras permanecen en los árboles durante todo el invierno.

Este árbol originario de Asia oriental (China templada) fue introducido en Europa en 1751 por el misionero jesuita R.P. d’Incarville, estudioso de la flora china que envió las primeras semillas a la Royal Society de Londres.

Ailanthus altissima, Ailanto

Secuencia de una rama, a finales del invierno, con brote en crecimiento. Ahora es muy común en Europa central y meridional hasta 1200 m de altitud © Giuseppe Mazza

En Italia se plantó en 1760 en el Jardín Botánico de Padua y más tarde, especialmente a mediados del siglo XIX, por su rápido crecimiento, su cultivo se extendió debido a algunas enfermedades que afectaban al gusano de seda, para intentar la cría de la esfinge del ailanto (Samia cynthia o Phylosamia cynthia, ex Bombyx cynthia), lepidóptero grande y elegante con librea marrón-verdosa o marrón-amarillenta, de la familia Saturniidae, cuyo capullo está formado por una seda más tenaz que la producida por el gusano de seda (Bombyx mori), conocida como «seda Eri», utilizada en los países de origen para producir una tela llamada «Kien cen».

Esta iniciativa no tuvo éxito debido a la incapacidad de adaptar la nueva esfinge; por el contrario, el ailanto se ha aclimatado muy bien y con el tiempo se ha convertido en una especie invasora gracias a su elevadísima diseminación y a su notable propagación vegetativa por medio de brotes radicales producidos abundantemente por su extendido y desarrollado sistema de raíces, especialmente en las primeras capas del suelo.

Ailanthus altissima, Ailanto

Detalle de una rama cargada de frutos. Son sámaras de 3-4 cm y contienen una sola semilla © Giuseppe Mazza

Es común en la mayor parte de Europa central y meridional desde las llanuras hasta 800 (1200) m de altitud, en áreas ruderales y sin cultivar, en muros de viejas casas abandonadas a lo largo de las carreteras, en vías de tren y orillas de los ríos, en bosques de frondosas degradados, y en llanuras aluviales. Especie heliófila, relativamente exigente en cuanto a la humedad; en zonas áridas no alcanza gran desarrollo. El impacto de este neófito, aún más temible que la falsa acacia (Robinia pseudoacacia), es muy negativo en el paisaje y en construcciones (muros, áreas arqueológicas, aceras, etc.), tanto que se ha incluido en las «listas negras» de las especies alóctonas invasoras de muchos países.

Hasta ahora, su control con herbicidas no ha producido resultados satisfactorios y su contención con medios manuales y mecánicos repetidos a lo largo del tiempo conlleva costos considerables.

Con los años, en la isla de Montecristo se ha vuelto tan invasora que reemplaza la vegetación natural (sus brotes no son consumidos por animales salvajes o cabras) y se han llevado a cabo varias intervenciones de contención, que aún continúan, en un intento de erradicarla de la zona.

También desde el punto de vista forestal, este árbol casi no tiene interés, excepto por su uso para consolidación de taludes, de balastos ferroviarios o de laderas pobres y degradadas.

Su madera de color amarillo claro, con anillos bien visibles y con reflejos nacarados en las secciones radiales, es de poco valor, blanda, frágil y ligera, con médula muy desarrollada especialmente en las ramas. Se utiliza en carpintería corriente para embalajes o para la producción de papel. Peso específico seco 0,66 kg/m3. Es un combustible de calidad mediocre, con un valor calorífico bastante bajo y, si no está bien curada, crepita mucho. El carbón obtenido, por el contrario, es de buena calidad.

Ailanthus altissima, Ailanto

Las sámaras son dispersadas por el viento en primavera y las raíces horizontales, que retoñan profusamente, roban rápidamente el suelo a las plantas nativas. La madera, de color amarillo claro, es frágil y ligera, de escaso valor, pero varias partes de la planta, entre las que se cuentan la corteza y las raíces, tienen virtudes medicinales © G. Mazza

El ailanto no es muy longevo, alcanza los 60-80 (120) años y sin embargo desarrolla troncos con circunferencias de 3-4 metros a la altura del pecho.

Es una de las especies árboreas más resistentes a las adversidades y a la contaminación, al frío y a otros factores (terrenos calizos, poda, aridez, etc.).

Contiene en sus partes verdes una savia irritante que puede causar irritación en la piel, especialmente a las personas que se encargan de su poda, si no se protegen las manos, los brazos y la cara.

La corteza contiene un glucósido (o glicósido) similar a la cuasina, ailantina, oxicumarina, flofabeno, saponinas, una oleorresina, una resina, una esencia aromática y otra acre, taninos, mucílagos, etc. Rara vez se usa por sus propiedades antihelmínticas y antidisentéricas; en dosis altas también es emético y, para uso externo, así como las raíces, tiene una acción revulsiva.

De las hojas se obtenía por infusión, en el pasado, un tinte amarillo verdoso empleado para teñir seda, lino y algodón. Su decocción (3 g en 100 ml de agua) se recomienda para las personas con cabello graso para enjuagar después del champú, dadas las propiedades astringentes-antiseborreicas. Las hojas secas y en polvo se han utilizado siempre en el pasado como repelente de insectos y como insecticida contra pulgones, ácaros y hormigas.

 

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