Leucospermum: alfiletero y … un triunfo feminista

Las plantas “alfiletero”. Increíbles flores sudafricanas que están conquistando la industria de las flores cortadas. Típicas “plantas feministas”: el órgano femenino, vistoso, deflora a los machos. Toman la píldora para no quedar encintas. A este grupo pertenece el famoso “Árbol de las decoraciones monegascas”.

 

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Viviana Spedaletti

 

Las flores, se sabe, son máquinas para seducir, y cuando no confían su polen al viento, hacen de todo para atraer a los pájaros o a los insectos con vistosos pétalos y suaves perfumes.

Los Leucospermum, del griego leukos = blanco y spermum = semilla, en referencia a las semillas lisas, de un bello blanco brillante, no tienen prácticamente corolas y perfume, pero conquistan paradójicamente, sin esfuerzos, ambas categorías de polinizadores.

El secreto está en la abundancia de néctar, y en un estilo inconfundible, en “alfiletero” que actúan como “letrero”, como en los restaurantes, como publicidad de una buena comida.

La parte femenina de la flor, el estilo, en general escondida y púdica, aquí no se preocupa por mostrarse. Crece desmedidamente, coloreándose de amarillo de rojo o de anaranjado, con “cabezas”, los estigmas, no menos multicolores e invitantes, y lacera en dos o en cuatro pedazos la pequeña corola tubular con los estambres, que se encuentra luego enroscada a los lados como una cinta.

Centenares de alfileres, más o menos largos, que se erizan, partiendo desde el exterior, en increíbles inflorescencias.

Y debido a que estas insólitas cabecitas pirotécnicas, de hasta 10 cm de ancho, resaltan con vistosas notas de color en los yermos “fynbos”, áridas asociaciones vegetales sudafricanas comparables a nuestra “mancha” y “garriga”, los “clientes del cielo” no se hacen esperar.

Insectos de cada especie y sobre todo pájaros, atraídos por el néctar y por pequeños coleópteros entretenidos en la comida, devorados a menudo de más, como plato principal, sin demasiados escrúpulos.

Los apasionados de este género, típicamente sudafricano, cuentan 48 especies de pocos centímetros de alto hasta tres metros, con porte rastrero, arbustivo o arbóreo, de casa, en el 92%, en las zonas montañosas a lo largo del Cabo de Buena Esperanza, entre Clanwilliam, no lejos de la costa atlántica y de Namibia, hasta Puerto Elizabeth en el Océano Índico.

Pero hoy junto a las formas botánicas, se pueden encontrar en el mercado también numerosos cultivares e híbridos, más adaptados a los jardines y a la industria de las flores cortadas.

CULTIVO

A menos que se habite en la Isla de Elba, en Sicilia o en Cerdeña, donde los suelos son por lo general ácidos y las mínimas invernales no descienden por mucho tiempo por debajo de los 10 ºC, en nuestros climas el cultivo de los Leucospermum en plena tierra lamentablemente no es de los más fáciles. Pero con un mínimo de cuidados, jugando con varias especies, se prestan a adornar, entre diciembre y mayo, galerías, terrazas o jardines.

Como explica el Dr. Pierre Allemand del INRA, el l’Institut National des Recherches Agronomiques de Sophia Antipolis, que lleva adelante en colaboración con los colegas sudafricanos un serio programa de investigación sobre las Proteáceas para flores cortadas, el primer gran problema es el drenaje.

Si por ejemplo se excava un pozo en el suelo calcáreo y arcilloso de Liguria, y se lo llena de tierra ácida, silícea y arenosa, convencidos de haber creado el ambiente adecuado, estas plantas tarde o temprano morirán.

A despecho de cada buena intención, en efecto, la arcilla alrededor forma una especie de “tazón impermeable”, y las raíces serán fácil presa de la marchitez, para no hablar de las inevitables infiltraciones de cal por los lados que anulan de a poco, con los años, la acidez del suelo.

Para evitar riesgos, en el INRA prefieren entonces tener a los Leucospermum en invernadero y en hidrocultivo, sobre un sustrato artificial pulverizado con soluciones nutritivas ácidas (pH = 5 o 5,8) muy diluidas (conductividad = 6-9 microsiemens).

Lo mejor, para los apasionados, es por lo tanto albergarlos en maceta. Al aire libre a pleno sol en la bella estación, y en una galería luminosa en invierno en lugares poco adecuados, como en Milán, con aire frío y húmedo.

El drenaje perfecto se realiza con un clásico estrato de cacharros en el fondo, seguido por una capa de puzolana (una roca volcánica esponjosa e incoherente que lleva el nombre por los yacimientos de Pozzuoli, cerca de Nápoles), y por un compuesto suelto, arenoso y ácido, rico por ejemplo de hojas descompuestas de castaño y cuarzo, pero muy pobre de abonos, porque los Leucospermum son especies de una frugalidad legendaria, que no toleran de ninguna manera los excesos de fósforo.

Si para una planta normal, me explica siempre Pierre Allemand, son necesarias 4-5 fertilizaciones al año con un compuesto del tipo 15-9-15 en la dosis de 3 gramos por litro; aquí en el primer año es mejor no dar nada, y luego, cuando el suelo se empobrece, basta una solución de 0,5 gramos por litro 2-3 veces al año.

Entre un riego y el otro la tierra se debe secar casi del todo; en general son suficientes dos intervenciones por semana, y conviene paradójicamente reducir el aporte hídrico durante el verano, cuando, luego de la reanudación vegetativa que sigue a la floración, la planta entra en reposo, para aumentarlo nuevamente en otoño, apenas se forman los pimpollos.

Esquejes aparte, despuntadas a menudo en los viveros para estimular un armónico porte en mata, los Leucospermum no tienen generalmente necesidad de podas, y se los limita a la remoción de las inflorescencias marchitas.

REPRODUCCIÓN

La multiplicación por esqueje de estas plantas es bastante difícil. Es necesario elegir ramas leñosas sin flores, y luego de haberles sumergido la base, por casi un centímetro, en un polvo hormonal especial, el “Rootone”, se colocan en una mezcla de arena silíceas y turba, posiblemente sobre un lecho caliente, con el justo aporte de humedad y fungicidas, para estimular el enraizamiento y reducir el riesgo de marchitez.

Pero si este es el único camino para los horticultores, obligados a reproducir con rapidez, a gran escala, las mejores variedades, los apasionados siempre pueden partir de las semillas.

Se colocan una a una, en febrero-marzo, en las microscópicas macetitas de las placas de plástico de los jardines, rellenas con un compuesto al 50% de arena silícea y turba, y dado que están hechas para resistir los incendios, frecuentes en la Región del Cabo, y abrirse sólo luego de largas lluvias, cuando hay abundancia de agua, primero se deben “ablandar” 5 días en agua tibia (por ejemplo en un bocal sobre un radiador) o un baño más rápido, durante 24 horas, en una solución al 1% de agua oxigenada.

Germina sólo el 30% de las siembras, y si en general luego de un año los esquejes están ya en flor, aquí se necesitan 3-15 meses sólo para ver brotar la primera hoja.

Luego se transplantan los minúsculos panes de tierra en contenedores de 8 cm, con un compuesto análogo enriquecido con arena silícea, y luego de varios transplantes, si todo va bien, luego de 2-3 años se celebran las primeras plantas en flor.

 

GARDENIA  – 1997

 

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