Protea: bellas sudafricanas de estilo multiforme

Desde Sudáfrica. Las Proteas. Multiformes, justo como el dios griego Proteo del que toman el nombre, poseen vistosas inflorescencias polinizadas generalmente por los pájaros. El paciente trabajo de hibridación para la industria de la flor cortada. Cómo se cultivan entre nosotros.

 

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Viviana Spedaletti

 

Desde 1605, cuando el gran botánico flamenco Charles de L’Ecluse, más conocido como Carolas Clusius (1526-1609) describió como maravillosa y única una inflorescencia seca de Protea neriifolia, llegada como rareza a Europa, el interés por estas fantásticas plantas sudafricanas, de poco más de 8 metros de altura, no ha hecho más que aumentar.

En 1967 la Protea cynaroides fue declarada flor nacional de la República de Sudáfrica, y en 1978 luego de las investigaciones de Delbert Wiens, un biólogo de la universidad de UTA, y de John P. Rourke, vicedirector del famoso jardín botánico de Kirstenbosch en Ciudad del Cabo, se ha hablado mucho de su curiosa polinización de parte de los ratones.

En realidad sobre 117 especies de proteas existentes, 70% sudafricanas y las otras del área tropical al sur del Sahara, sólo una treintena, con flores cerca del nivel del suelo, confían su descendencia a los hociquitos embadurnados de polen de estos pequeños roedores, atraídos, especialmente en el período de carestía, por el contenido azucarado del néctar. Pero para evitar equívocos las espléndidas proteas que nos interesan permanecen sustancialmente como “flores para pájaros”.

Parecen a veces alcauciles, o gigantescas margaritas, y en efecto su evolución se ha desarrollado paralelamente a la de nuestras compuestas.

Pero mientras estas últimas se especializaban en estructuras siempre más pequeñas para seducir a los insectos, las proteas apuntaban a una clientela más obstaculizante, los pajaros, con robustas ramas para el aterrizaje, y grandes brácteas visibles también de lejos, en su color preferido, el rojo, como publicidad de una apetitosa reserva de néctar.

¿Y los insectos? En una sola inflorescencia de protea se han contado hasta 1.000; pero a falta de estructuras adecuadas, más que para polinizar sirven para atraer a los pájaros, que los ven en general como “segundo plato” después de bebido el néctar.
Una inflorescencia puede tener hasta 160 corolas, dispuestas en espiral sobre un gran receptáculo rodeado por las brácteas, y cuando éstas se abren, lo hacen en 2 días, partiendo del exterior hacia el interior.

Los periantos son lacerados por un robusto estilo, el órgano femenino de la flor, y así por una parte encontramos la feta más gruesa de la corola, enrollada como estuche y abierta en lo alto con tres anteras, y por la otra un fragmento libre, más o menos largo como el estilo, con su antera.

Y como sucede a menudo en el mundo de las flores, para reducir el riesgo de incestos, la parte receptiva del estilo, el estigma, madura sólo cuando la flor ha agotado su carga de polen.

MEJORAR LAS ESPECIES

Recientemente al vasto grupo de polinizadores de proteas se ha agregado también el hombre, que además de aislar las formas mejores, sigue, como en los siglos pasados con las rosas, el camino de la hibridación.

Además de ser válidos ornamentos para terrazas y jardines, las proteas resisten en efecto 2-3 semanas como flor cortada, y las especies más espectaculares, cultivadas en serie como los claveles alimentan un rico mercado y son actualmente de la casa en los floristas casi todo el año.

La selección ha hecho milagros. Las inflorescencias de la Protea cynaroides por nombrar una, alcanzan hoy hasta los 30 cm de diámetro, con brácteas rojas, rosadas y hasta blancas, grandes y bien separadas, o pequeñas y numerosas; y las de la Protea magnifica pueden ser cándidas como la nieve con brácteas verdosas, o blancas en los bordes y negras al centro, con brácteas rojo fuego o rosa-anaranjado.

De la cruza de la Protea eximia con la Protea susannae, me explican en el Fynbos Reseach Unit. ARC de Elsenburg en Sudáfrica nació la ‘Cardinal’, con brácteas de un bello rojo intenso con reflejos satinados, más vistosa que la eximia y mucho más productiva como flor cortada; mientras de las nupcias de una Protea neriifolia con la Protea repens obtuvo ‘Natalie’ una planta rica de inflorescencias con una repetición al corte excepcional.

De la cruza de la Protea compacta con la magnifica se obtuvieron dos híbridos ahora comunes en los negocios: la Andrea de flores enredadas al centro y la Pink Velvet más ordenada, con reflejos aterciopelados y tallos de 40 cm, perfectos para la industria de la flor cortada; mientras de otra cruza con la repens nació una especie de “Estrella de Navidad” aún sin nombre.

CULTIVO

Las proteas son en general plantas de pleno sol para suelos silíceos, más o menos ácidos, sueltos y bien drenados.

Florecen casi todo el año, según la especie, el cultivo y el clima, pero no son lamentablemente plantas longevas, y superan escasamente los 10-15 años.

Estando al Dr. John P. Rourke las plantas más adecuadas a nuestros climas son la lacticolor, la cynaroides, la grandiceps, la eximia, la obtusifolia, que tolera también los terrenos ligeramente calcáreos, la compacta y la repens.

Como ya hemos dicho para los Leucospermum, a menos de habitar en la Isla de Elba, en Sicilia o en Cerdeña, donde los suelos son por lo general ácidos y las mínimas invernales no descienden muy por debajo de los 10 ºC, el cultivo de las proteas en plena tierra lamentablemente no es de los más fáciles.

Si por ejemplo se excava un pozo en el suelo calcáreo y arcilloso de Liguria, y se lo llena de tierra ácida, silícea y arenosa, convencidos de haber creado el ambiente adecuado, no está dicho que funcione.

A despecho de cada buena intención, en efecto, la arcilla alrededor forma una especie de “tazón impermeable”, y las raíces serán fácil presa de la marchitez, para no hablar de las inevitables infiltraciones de cal por los lados que anulan de a poco, con los años, la acidez del suelo.

Para evitar riesgos, sacadas pocas variedades más o menos tolerantes a la cal, es mejor entonces albergarlas en grandes macetas. Al aire libre a pleno sol en la bella estación, y en una galería luminosa en invierno en lugares poco adecuados, como Milán, con aire frío y húmedo.

Estas plantas toleran en efecto también caídas térmicas a -2, -3 ºC, pero sólo por 12-24 horas al máximo.

El drenaje perfecto se realiza con un clásico estrato de cacharros en el fondo, seguido por una capa de puzolana (una roca volcánica esponjosa e incoherente que lleva el nombre por los yacimientos de Pozzuoli, cerca de Nápoles), y por un compuesto suelto, arenoso y ácido, rico por ejemplo de hojas descompuestas de castaño, agujas de coníferas y cuarzo, pero muy pobre de abonos, porque las proteas no toleran de ninguna manera los excesos de fósforo.

Pocas fertilizaciones entonces, muy diluidas, de compuestos pobres en fósforo; o mejor, como sugiere el Dr. John P. Rourke, polvo de guano, polvo de pescado o abono orgánico muy viejo completamente descompuesto.

Entre un riego y el otro la tierra se debe secar casi del todo. En general son suficientes dos intervenciones por semana, y aún menos cuando la planta está en reposo.

REPRODUCCIÓN

La reproducción por semillas de las proteas en nuestros climas es afortunadamente bastante fácil, con una germinación del 70-80% de los casos, como me explica el Dr. Pierre Allemand del INRA, el Institut Nacional des Recherches Agronomiques de Sophia Antipolis, que lleva adelante en nuestros climas, en colaboración con los colegas sudafricanos, un serio programa de investigación sobre las Proteáceas para flores cortadas.

El mejor período va de diciembre a marzo, y se puede sembrar en los acostumbrados recipientes, en un compuesto de arena silícea y turba hortícola en partes iguales. Basta cubrir ligeramente las semillas, con sus vistosas “barbas”, mantener siempre húmedo el terreno y esperar 3 semanas.

La temperatura ideal es la de un invernadero frío en Riviera: 10-12 ºC de noche y 18-20 ºC de día, pero puede ser también una galería no caldeada.

Apenas germinadas, se aíslan las plantitas en pequeños contenedores, y luego de un mes y medio se pueden plantar en la maceta definitiva.

Las especies de crecimiento rápido, como la Protea eximia, florecen en menos de 2 años, mientras para la Protea cynaroides hacen falta 3, y para algunas variedades de Protea magnifica hasta 6 o 7.

La multiplicación por esqueje, indispensable a nivel industrial para mantener las características de la planta, es en cambio bastante difícil.

Se necesita una mezcla de turba y poliestireno expandido, bien drenado, siempre húmedo pero sin excesos, porque los hongos están al acecho, y muy a menudo antes de enraizar las plantas se marchitan.

El mejor mes es setiembre-octubre, y es mejor quitar unas ramitas de 15-20 cm respetando las “unidades de crecimiento” de la planta.

Cada año en efecto las proteas producen ramas con hojas primero pequeñas, luego más grandes, y después nuevamente decrecientes hasta reducirse a escamas en la detención vegetativa. Y elegidos preferentemente aquellos sin flores, se debe efectuar un corte en el punto de separación entre los dos ciclos, tratando luego la base de la rama, bien limpia de hojas, con una hormona de enraizar tipo “Rootone”.

Las plantitas se mantienen a la sombra hasta la reanudación, en un terreno preferentemente caldeado a 24-25º C. Pero las posibilidades de enraizamiento son de todos modos frustrantes, del 20-30% al máximo.

 

GARDENIA  – 1997

 

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