Flores australianas: insólitas, y a menudo adaptadas al clima mediterráneo

Las bellas de Australia. Como pequeños fuegos multicolores. Formas insólitas y nuevas para nuestros jardines. Gracias a este servicio algunas han sido introducidas en Italia.

 

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Viviana Spedaletti

 

Quizás para un botánico serán sólo especies insólitas, géneros con estambres y pistilos más llamativos que los pétalos, pero para quien ama la naturaleza con fantasía y recorre los famosos jardines botánicos de Perth, Adelaide, Melbourne y Canberra en búsqueda de lo bello y lo diferente, la primera imagen que viene a la mente es la de tantos pequeños fuegos artificiales.

Un inconfundible “aire de familia”, común a casi todas las mirtáceas y proteáceas australianas.

Estos jardines son inmensos y conviene dedicarles una jornada completa, aprovechando algunas visitas guiadas y algunas cafeterías que ofrecen, con impecable higiene, platos calientes y óptimos dulces con el té.

Junto a los célebres “limpia botellas” amarillos o rojos de los Callistemon (del griego «Kalòs» = «bello» y «stemon» = «estambre»), se descubren así delicadas estructuras, similares a rayos y chorros, que no tienen un equivalente en la flora de nuestra casa.

Los eucaliptos presentan increíbles flores hemisféricas, de hasta ocho centímetros, similares a los flecos de las grullas coronadas, y uno se pierde, estupefacto, en las “diferencias” de otras 140 especies de Melaleuca. Los suaves penachos anaranjados de la Melaleuca lateritia imitan a los “limpia botellas” pero son más vaporosos, y los estambres rojo-púrpura de la Melaleuca trichophylla, reunidos en pompón, contrastan con el amarillo dorado de las anteras en explosiones de color dignas de una gala pirotécnica.

En las Melaleuca steedmanii y Melaleuca pulchella se pueden ver corolas de cinco pétalos desde las que parten fantásticos abanicos de estambres, similares a los tentáculos de los bálanos y a las plumas del avestruz.

Las Verticordia, un género filogenéticamente muy cercano, han sido justamente bautizadas por los australianos «Feather flowers» es decir «Flores pluma» por los pétalos rojos, malva, amarillos o blancos, llenos de franjas, que imitan perfectamente las plumas de pájaro.

Antes eran comunes en el «bush», pero porque resisten bien como flores cortadas, por los indiscriminados saqueos del pasado, algunas especies lamentablemente aparecen hoy casi extinguidas.

Por las hojas en forma de agujas y el aspecto de las ramas el Calothamnus (del griego “bella mata”) lateralis se trataría más de una conífera que de una mirtácea. Sus flores rojas, formadas por haces de estambres unidos en la base en filamentos en forma de cinturón, aparecen uno sobre otro en las ramas viejas. Dado que crecen todas de un solo lado a esta especie se la ha dado el nombre científico de “Lateralis” y el vulgar de «One-sided bottlebrushes», es decir de “Limpia botellas de un solo lado”.

La Darwinia carnea, en las hojas y en el porte recuerda al enebro y a la erica. Las flores, pequeñas e insignificantes, están rodeadas por vistosas brácteas que hacen de esta rarísima especie la “Planta de las campanillas verdes”. Florece, cerca de Navidad, en pocas estaciones de Australia occidental y es casi imposible cultivarla en otra parte. Quien se circunscribe al sudeste del País puede admirarla, con una autorización, en el jardín botánico de Canberra, que ostenta un estupendo ejemplar en maceta, fuera de vista, en la zona cerrada al público para las plantas raras.

Las proteáceas, que en su mayoría se asocian sólo a Sudáfrica, están muy difundidas, con diferentes géneros, también en Australia.

Tienen inflorescencias complejas y espectaculares, formadas por numerosas corolas y estilos, a menudo vistosas y sobresalientes. La estructura base de cada flor, bien visible en la Lambertia, es tubular, con el perianto formado por cuatro segmentos que posee, cada uno, una antera. Se trata por lo general de arbustos, pero algunas especies, como la Grevillea robusta y el Stenocarpus sinuatus, tienen un porte arbóreo y alcanzan los 30 m de altura.

Esta planta típica de las forestas pluviales de Queensland y de New South Wales, es muy común en las grandes avenidas de Sydney. Resiste bien la contaminación y es llamada por los lugareños “Fire-wheel tree” o sea “Árbol de las ruedas de fuego” por las vistosas corolas escarlata, dispuestas en la inflorescencia como los rayos de una rueda.

“Baqueta de tambor” es en cambio el nombre del Isopogon anemonifolius una graciosa especie de cabecitas amarillas que se transforman luego en extraños conos.

Al género Hakea, endémico de Australia, pertenecen más de 140 especies con flores y frutos muy decorativos. Las inflorescencias de la Hakea trineura, similares a graciosas lámparas chinas, se asemejan ya en la estructura a las de otro importante grupo de plantas australianas: las Banksia.

Dedicado al famoso botánico Sir Joseph Banks, este género está entre los más característicos del “bush”. Presenta vistosas inflorescencias en espiga, normalmente cilíndricas, formadas por miles de corolas amarillas, marrones, rojas y azul-verdosas, que a menudo crean multicolores efectos geométricos aún antes de abrirse.

Las hojas de las Grevillea, un género con más de 250 especies y numerosos híbridos, superan a menudo a los helechos en gracia y levedad. Las flores, reunidas en racimos, confirman plenamente las características de una familia que, no por casualidad, toma el nombre del dios griego Proteo, capaz de cambiar forma a su gusto. Los desordenados tentáculos de la Grevillea buxifolia se convierten en preciosos rizos en la Grevillea johnsonii, coloridas explosiones en la Grevillea rosmarinifolia y compuestos elementos de una refinada ikebana en el famoso híbrido «Poorinda Peter».

Para dar una idea del gran número de plantas insólitas presentes en Australia, basta agregar que muchas familias prácticamente desconocidas por nosotros, como las Goodeniaceae, las Myoporaceae y las Epacridaceae, cuentan aquí centenares de especies. Se acaba por concluir, poco a poco, que el país entero es un gran jardín botánico.

Aunque sin ir por plantas en el interior, se encuentran, por ejemplo, eucaliptos colmados de increíbles flores rojas y se descubre que los famosos pingüinos de Phillip Island anidan en prados de Disphyma clavellatum, una aizoácea, despreocupada de los vientos y de la salinidad, que tapiza de vistosas corolas los acantilados sobre el mar. Hasta los no cultivados de las grandes ciudades ofrecen flores bellísimas.

En los rocosos brezales en los alrededores de Sydney crece el Actinotus helianthi, una umbelífera similar a las estrellas alpinas, llamada “Flor de franela” por las suaves brácteas blancas, y se pueden admirar las románticas “Fucsias australianas” (Epacris longiflora) que mecen al viento millares de delicadas campanillas bicolores.

 

GARDENIA  – 1984