Nerium oleander: la adelfa, una espléndida planta mediterránea

Las adelfas para redescubrir. Todo sobre estas plantas muy adaptadas a los climas mediterráneos.

 

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Viviana Spedaletti

 

Difundida con muchas formas desde el Mediterráneo al Japón, la adelfa (Nerium oleander) es una planta originaria del lecho de arroyos y de los ríos de variable caudal, donde en pleno verano resiste tranquilamente a la sequía y al reflejo cegador del sol sobre las piedras, y cuando llueve prospera sin daños con los pies en el agua.
Situaciones extremas que la hacen, aún fuera de su ambiente típico, una planta fuerte y por lo tanto fácil.

Se ha hablado en el pasado de Nerium oleander para la forma mediterránea y de Nerium odorum o de Neriun indicum para la forma oriental; ahora los botánicos tienden a una única especie, la primera.

Pero lo más importante, desde el perfil del cultivo, es que hoy se encuentran en el comercio un centenar de variedades y que el número de apasionados va en aumento.

En 1967 nació en USA la International Oleander Society, que edita trimestralmente un “Nerium News”, con sede también en Italia en Collegno cerca de Turín; en 1996 salió el primer libro sobre las adelfas, The handbook on oleanders del Dr. Eggenberger; y en la Costa Azul con la contribución del INRA, el Institut National des Recherches Agronomiques de Sophia Antipolis cerca de Antibes, de botánicos y comerciantes, se hizo el “documento de identidad” de los cultivar, hoy no menos diferenciados que las rosas.

De este modo se pueden elegir formas rústicas, como ‘Soleil Levant’ o ‘Professeur Granel’, en condiciones de resistir sin grandes daños a -10 °C y resurgir indemnes desde el pie a temperaturas inferiores; variedades perfumadas como ‘Géant des Batailles’, desde la intensa nota de miel que inunda los jardines en las horas más calurosas del día; variedades enanas, como ‘Angiolo Pucci’, que en lugar de los acostumbrados arbustos de 3-4 m forma matas compactas de 120 cm, o ‘Rosy Rey’ que no supera los 50 cm; variedades precoces, como ‘Mont Blanc’, ‘Sealy Pink’, ‘Tino poggi’ o ‘Angiolo Pucci’, que florecen casi un mes antes que las formas normales, por lo general en flor desde fines de junio hasta setiembre y se adaptan por lo tanto a los climas nórdicos donde las plantas tienen dificultad en florecer por falta de sol y de calor; y variedades como ‘Emile Sahut’, ‘Géant des Batailles’, ‘Mont Blanc’, ‘Tino Poggi’ y ‘Virginie’, que además de resistir a la sequía como todas las adelfas, florecen generosamente, sin riegos, también en los calurosos “jardines naturales” mediterráneos sin mantenimiento.

Las flores, reunidas en ramilletes más o menos densos según la variedad y el vigor de la planta, pueden ser simples, con una corola que se abre in cinco lóbulos similares a pétalos; dobles, si aparece un segundo orden de “pétalos” superpuesto al primero; y extra dobles, cuando todos los estambres se han más o menos transformado en “pétalos”, y la flor, henchida, parece una rosa.

Y se va del rojo oscuro, aterciopelado, de ‘Emile Sahut’, variedad lamentablemente sensible al frío, al blanco puro de ‘Mont Blanc’, a través de una rica gama de colores: rosa intenso, rosa pálido, rosa salmón, rosa damasco, y crema, hasta el amarillo canario de ‘Souvenir des Îles Canaries’ o al amarillo intenso de ‘Marie Gambetta’.

El color de los “pétalos” varía a menudo según el terreno, y las “gargantas”, recortadas y con arabescos, pueden ser de un solo color o en contraste, como en ‘Soleil Levant’ o ‘Angiolo Pucci’, que tienen el corazón amarillo; para no hablar de las flores veteadas, blanco sobre rojo, como ‘Commandant Bartélemy’ o ‘Géant des Batailles’; de ‘Kewpie’, variedad reciente del vivero Turner’s Gardenland en Corpus Christi, con pétalos rosa veteados y recorridos por vetas de color más intenso; o de formas como ‘Rosy Rey’, nacida de una mutación de ‘Petite Pink’, con corolas mixtas, rosa claro y rosa, sobre la misma rama.

CULTIVO

A pesar del hecho de que una hoja de adelfa es tan tóxica como para matar teóricamente a una persona, por lo que se sabe, me explica Jean Rey, el más grande productor de adelfas de la Costa Azul con más de un millón de macetas al año, nunca se han producido accidentes, porque el jugo de esta planta es tan amargo, que es escupido inmediatamente también por los niños.

De modo que además que en los jardines mediterráneos, esta especie se ha hecho camino sobre terrazas y balcones, y hasta en casa visto que alemanes y holandeses la regalan en pequeñas macetas como las hortensias en flor, y logran hacerla durar muchos años, aún sin invernadero, reparándola en invierno en la bodega.

Las adelfas aceptan cualquier terreno, ácido o básico, bien drenado o con estancamientos, fértil o pobre, y demuestran siempre tener siete vidas.

Única real exigencia: el sol.

En jardín se plantan en primavera; y partiendo de una maceta de 3 litros, en dos años es fácil obtener unas plantas de 2 metros. El porte depende de las “tijeras”.

Si se aman las estructuras arbustivas, se deja hacer a la naturaleza, cortando en marzo en la base las ramas viejas de dos años para una talla media, y a la altura de 40 cm para las grandes matas.

Si se prefieren los “arbolitos”, elegida una especie idónea como ‘Géant des Batailles’ o ‘Mont Blanc’, se quitan desde el comienzo todos los brotes laterales, hasta que el tallo haya alcanzado la altura deseada. Luego se lo poda y se lo deja ramificar, o se lo utiliza como porta injerto para variedades menos vigorosas, quizás enanas, para crear densas matitas a modo de melena.

Pero existen también “podas intermedias” que privilegian en el tiempo algunos brotes, en estructuras muy elegantes entre el arbusto y el arbolito.

En cada caso, continúa Jean Rey, es importante no hacer esta operación en otoño, porque en invierno las cicatrices se infectan fácilmente, y es correcto esterilizar los instrumentos con alcohol entre un corte y otro.

En grandes ciudades como París y Milán, las adelfas, para nada afectadas por la contaminación, aprovechan a menudo del microclima creado por la calefacción doméstica y pueden permanecer a cielo abierto; pero en general donde hace frío es mejor el cultivo en maceta, que permite repararlas en invierno.

El contenedor mínimo es de 20 litros, pero luego, para unas bellas plantas, es necesario pasar a macetas de limonero, con 40 o más centímetros de diámetro.

Para potenciar las floraciones es correcto abonar con productos ricos en fósforo y potasio en junio, cuando ya se han desarrollado las hojas y se forman los pimpollos. Antes justamente se corre el riesgo de favorecer el crecimiento de las frondas en desmedro de las flores.

Especialmente en terraza, en verano, es necesario no hacer faltar el agua a las raíces; luego en octubre se reducen gradualmente los suministros, para suspenderlos en noviembre, cuando se llevan las macetas a los invernaderos no calefaccionados, o al reparo de un muro o de un alero, cubriendo si fuera el caso la tierra y la maceta con acolchado de hojas, heno o residuos que protegerán la planta del hielo.

MULTIPLICACIÓN

Para obtener nuevas variedades, con cruzas deseadas, es necesario partir de las semillas.

Éstas salen en otoño de extraños frutos alargados, dehiscentes, similares a vainas, y muestran un vistoso frágil penacho que sirve para la diseminación.

Naturalmente la semilla cae entre las piedras del arroyo y con las lluvias primaverales germina recubierto por el limo; en cultivo se planta bajo vidrio en marzo-abril a 18-20º C, apenas cubierto por una capa de arena.

Son necesarios muchos riegos y casi un mes para ver brotar las plantitas, que aisladas en recipientes de 8 cm, estarán en flor, luego de varios transplantes, en alrededor de 2-3 años.

La multiplicación por esqueje es más rápida y conveniente. Se sacan en junio-julio, de brotes semi maduros, ramitas de 8-10 cm y se plantan en una mezcla de arena y turba en partes iguales manteniendo siempre la humedad a 20-25 ºC.

O bien, con el método de las abuelas, se colocan esquejes del tamaño de un palmo, en jarras o botellas llenas de agua y se entierran apenas salen las raíces.

ENFERMEDADES

El talón de Aquiles de las adelfas es el agua sobre las hojas. Cuando son alcanzadas sistemáticamente por los regadores automáticos para el césped, crecen deformes, las flores se caen y los frutos adquieren formas monstruosas, tumorales. Es la enfermedad más frecuente provocada por una bacteria.

Se previene con pulverizaciones de oxicloruro de cobre en marzo, en la reanudación vegetativa, y cuando lamentablemente se manifiesta, el único remedio es quitar y quemar las partes infectadas, sumergiendo en alcohol las tijeras en cada corte para evitar la propagación del contagio.

La humedad sobre las hojas puede favorecer también un hongo, el Ascochyta, que produce manchas negras sobre las láminas y marchitez en las ramas.

Y a pesar del veneno de la planta, no faltan los parásitos animales: cochinillas como la Diaspis pentagona o la Aspidiotus hederae, de combatir con “aceites blancos” y enérgicos “cepillados” invernales; arañitas rojas, de combatir con productos específicos; y los áfidos amarillos (Anuraphis nerii) en general fáciles de extirpar.

Y para quien ama la lucha biológica, y no quiere venenos, se encuentran actualmente en el mercado las larvas de mariquita, para esparcir a la caza de áfidos sobre las ramas, y un precioso himenóptero, la Prospaltella berlesei, predador de cochinillas.

 

GARDENIA  – 1998

 

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